COMPRAMOS AQUELLO QUE NOS RESULTA ATRACTIVO. EL PACKAGING TIENE MUCHO QUE DECIR.

El packaging existe desde tiempos inmemorables, pero no es hasta 1966 cuando finalmente se le dio una definición exacta al término, gracias a Ruben Rausing, quien alegó en su momento que la clave del éxito de un empaque es establecer una conexión con el comprador y que además le transmita un concepto de belleza. De esta manera el packaging se define como el arte, la ciencia y la tecnología de inclusión o protección de productos para poder distribuirlos, almacenarlos, venderlos y luego utilizarlos.

Partiendo de esto, una empresa debe ser capaz de poder emplear esfuerzos para hacer que mediante el empaque de sus productos, se transmitan los valores de la entidad y su posición en el mercado.

Aunque te cueste creerlo ahora que vivimos en la cúspide del consumismo, hace más de un siglo el packaging no existía por la simple razón de que en una situación humanitaria donde se buscaba sobrevivir y no conseguir lujos, invertir en los empaques era algo totalmente innecesario. Es así como con la llegada de la industria y todas las comunicaciones se abrió la posibilidad de comenzar a pensar en el packaging. 

A partir de este momento comenzó la ola de la revolución de paquetes, donde parecía haber avances día tras día. Al incluirse la tecnología y los avances alfabéticos en la ecuación, todas las grandes potencias del mundo comenzaron a invertir cada vez más dinero en este importante aspecto de la venta de productos. Ya no nos encontrábamos en un mundo donde comprábamos los artículos sin envoltura alguna, ahora parecía ser una guerra de tronos para ver quién podía hacer el mejor empaque.

Tal y como dicen los expertos, el packaging es prácticamente lo único que permanece en la casa de una persona hasta que se acaba el producto. Y si la caja es bonita, puede que incluso se quede para siempre. Creatividad, innovación y ausencia de miedo para crear soluciones rompedoras son solo algunas claves para llegar al consumidor… pero no las únicas. Un gran producto solo será «cualquier cosa» si tiene una envoltura muy pobre o que no lo identifique.

De un buen empaque va a depender que el consumidor quiera probar el producto o que por el contrario, quiera salir huyendo y alejarse totalmente del mismo. 

Dentro del diseño, deben ir incluidos aspectos obligatorios como lo es el diseño de la identidad (marca, logo), diseño emocional (colores y formatos que están ideados para llamar la atención de los consumidores) y diseño de la información a contener. Con respecto a su estructura, el producto debe contener su naturaleza (de qué está compuesto), tamaño, peso y densidad, fragilidad, comportamiento ante cambios de humedad y temperatura, forma de presentación, forma y uso del producto, etc.

De esta manera, esa competencia que debe seleccionar el consumidor es a quien se expone el packaging. Para dar en el clavo con el diseño, es necesario hacer previamente un estudio sobre el target group a quien irá dirigido el producto, también es necesario estudiar las tendencias de mercado que van evolucionando constantemente, los materiales que se van a emplear y por supuesto considerar siempre como una de las cosas más importantes la comodidad del consumidor. Toda esta serie de pasos, si son bien ejecutados, van a dar como consecuencia que tu producto destaque notoriamente sobre los demás, siendo inspiración para otras marcas.

Además a lo anterior, por muy estudiado que pueda parecer todo el asunto, un gran packaging debe siempre permanecer en las líneas de la simplicidad, nada recargado, que tenga una impresión pulcra y que logre transmitir el mensaje rápidamente, sin tener que detallarlo demasiado. Otro aspecto a considerar es en el caso de las marcas que han tenido rediseños, que siempre se mantenga la esencia y el origen de la marca, que cause en los consumidores ese lazo de nostalgia que tanto vende. Cuando se rediseña la identidad visual de una marca, siempre, pero siempre debe quedar algún elemento que la conecte con el pasado, sino sería como crear toda una nueva marca y empezar todo desde cero.

En definitiva, en un mundo donde lo común es aburrido, el packaging se abre campo para permitirle a las marcas destacar ante toda la competencia. Esta disciplina debe cumplir con las expectativas de las personas, así como lograr entablar una conexión emocional entre el producto y el consumidor. En este mundo, o es todo, o es nada.

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